Se denomina paro cardíaco a la interrupción súbita de la actividad del corazón debido a un ritmo cardíaco irregular. Es por ello que se detiene la respiración y la persona se queda inconsciente. Cada segundo cuenta y es por ello necesaria una intervención inmediata lo que implica la realización de reanimación cardiopulmonar (RCP) y localizar un desfibrilador externo automático (DEA) para realizar descargas eléctricas al corazón.
Diferencias entre paro y ataque cardíaco
El ataque cardíaco se produce cuando se bloquea el flujo de sangre a una parte del corazón, mientras que el paro cardíaco no se debe a ello. Ahora bien, un ataque cardíaco puede desencadenar una alteración en la actividad eléctrica del corazón y derivar en un paro cardíaco repentino.
Los síntomas del paro cardíaco son muy evidentes, como la falta de pulso, falta de respiración y pérdida del conocimiento. Y aunque el paro cardíaco repentino suele ocurrir sin previo aviso, a veces se producen otros síntomas como molestias en el pecho, falta de aire, fuertes palpitaciones y debilidad generalizada.
El paro cardíaco se produce por el cese de la actividad eléctrica del corazón, mientras que el ataque cardíaco es debido a un bloqueo del flujo de sangre en parte del corazón.
Así pues, si observas a alguien que colapsa de repente, actúa inmediatamente e inicia la cadena de supervivencia sin demora alguna.
Factores de riesgo
Los factores que aumentan el riesgo de tener una enfermedad cardíaca son los mismos para un paro cardíaco repentino, y habitualmente enumeramos a la presión arterial alta, tabaquismo, obesidad, diabetes, sedentarismo, colesterol,… a los que podemos añadir otros factores como antecedentes familiares, haber sufrido un paro con anterioridad, consumo de drogas, bajos niveles de potasio o magnesio, apneas, envejecer, enfermedades renales crónicas,…